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Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP) y escuelas que crecen


Hace algunos meses que el teléfono no para de sonar. La reforma educativa española se acomoda a lo que llevamos años diciendo quienes escribimos, reflexionamos y hacemos educación cada día:


· Las necesidades de aprendizaje de los alumnos y alumnas de los tiempos que actualmente deben orientarse al desarrollo de competencias y no a la transmisión estática de contenidos.

· La organización del currículo basado en materias, asignaturas, etc. no tiene sentido. Las personas aprendemos conectados con la realidad que nos rodea y las necesidades que esta nos provee. Solo desde enfoques globales basado en proyectos es posible diseñar la enseñanza que nuestros alumnos y alumnas necesitan hoy en día.


Así pues, el ABP se ha convertido en un término talismán que parecen necesitar las escuelas para asegurar que son calificadas como escuelas del siglo veintiuno. Algo que necesitan urgentemente si no quieren quedar relegadas a los últimos puestos en relación a la innovación -y por tanto- en la cola de las seleccionadas por sus clientes: las familias.


Una vez que obtuvieron el sello de calidad correspondiente como organización y garantizando el bilingüismo como reclamo comercial, las escuelas se lanzaron a ofrecer entre sus clientes potenciales la utilización de metodologías activas. La innovación se convirtió -así- en un objeto de consumo que las familias adquieren pensando garantizar la excelencia académica para sus vástagos. Cosa muy respetable -pero errónea- y que me lleva a denunciar las prácticas comerciales de aquellas organizaciones que usan el amor a los hijos e hijas como rehén de un comercio injustificado e irreal.


Paralelamente a esta dinámica comercial, la administración educativa acierta con la apuesta por enfoques basado en proyectos centrados en el desarrollo de competencias y no acumulación de contenidos y la construcción de las experiencias de aprendizaje en base a situaciones reales del alumnado y no diseccionadas en materias inconexas. Tienen razón.


En este contexto, no es de extrañar que decenas de “expertos” ofrezcan sus servicios a distintas escuelas y docentes implementar el ABP y todo tipo de metodologías activas a los centros. Permíteme que esto sirva para explicar por qué algunos que llevamos años, publicaciones y decenas de horas defendiendo la necesidad del cambio, demos un paso atrás ante esta avalancha y nos obstinemos en seguir una hoja de ruta alejada de las rutas comerciales pero orientada al cambio de las escuelas.


La introducción del enfoque de proyectos en la educación es necesaria. Pero solo si se hace comprometido con el cambio de mirada de los aprendices y las estructuras organizativas que las abanderan. Si no es así, no tiene interés.


Cansado de ver como se hacen proyectos sobre todo tipo de temáticas que solo buscan motivar al alumnado en tanto que divertirle, debemos pensar que el interés de iniciar un proyecto surge de ser capaces de poner al alumno-a ante un espejo que le permite reconocer la temática tratada en su realidad.

El proyecto de aprendizaje es interesante en la medida que dota de herramientas al alumnado para comprender mejor la realidad que tiene delante y tomar partido. Actuar como respuesta a lo que aprende. No se trata de divertir al alumnado con un proyecto deslumbrante. La idea es que este debe suponer un punto de inflexión en ellos de forma que la mirada que regalan a su alrededor nunca volverá a ser la misma.

El uso de la tecnología es accesorio. La tecnología está integrada en la realidad, no es un instrumento indispensable. Desconfío de todos aquellos expertos y expertas que acreditan su expertía en el manejo de herramientas educativas creadas por multinacionales con el único propósito de vender productos. La tecnología es una variable más en la ecuación de la vida actual. Lo importante es la vida, no la variable que protagonizan los cacharros, por muy deslumbrantes que sean.


Me interesan los proyectos que cambian las escuelas. No los que se desarrollan como lagunas inconexas entre dunas del desierto. Cambiar las escuelas supone mejorar las relaciones entre sus habitantes, el acceso a la participación, la defensa de valores compartidos, el debate sobre ellos, la apertura de las aulas y el centro a la comunidad, la flexibilidad de los espacios de aprendizaje y el tiempo. La relación con las familias, con las asociaciones y con el barrio o el pueblo.


Pero además, el ABP que me interesa es aquel que es capaz de comprometerse con una idea de educación que busca la equidad y la reflexión crítica sobre la realidad que vivimos.


Si hacemos caso a estas características, los proyectos educativos se reducen de forma importante, pero también los centros que pueden defender que tienen como eje este modelo educativo y los expertos que pueden aportar herramientas y reflexión al cambio de nuestras escuelas. Sin duda, son los docentes -y solo ellos- los que podrán protagonizar el cambio.


Hay una frase que repito hasta la saciedad y que describe aquellos proyectos que cambian las escuelas. Es la que invita a ofrecer confianza a quienes aprenden y quienes diseñan las experiencias de aprendizaje que hacen crecer a nuestros hijos e hijas y convertirlos en ciudadanos. Aquella que invita a confiar en los y las docentes que lo hacen posible cada día con su esfuerzo:

El experto en tu aula eres tú. Nadie puede decirte cómo hacer las cosas, pero si construir una red de apoyo mutuo sobre el que edificar el cambio educativo.

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