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La escuela 4.0 y la covid-19 ¿nuevos escenarios educativos?



Hace unos días, el Consejero Delegado de Cellnex decía que “la crisis de la covid-19 ha supuesto una gran disrupción en términos de salud pública, económicos y sociales (…) pero a la vez hemos contado, como sociedad, con un antídoto que (…) ha mitigado el impacto de esta crisis: la digitalización y la conectividad[1]. A primera vista parece que tiene razón si hacemos caso a los datos UNESCO que indica que hay 102 países con aperturas totales de sus colegios y escuelas; 65 con inicios parciales; 7 con recesos académicos y otras 36 naciones que aún mantienen cerrados los establecimientos debido a la crisis.


Estos datos son inestables y se actualizan casi a diario. Los que señalo recogen una situación relativamente actual -a inicios de diciembre de 2020-. España apostó por abrir sus escuelas al inicio del curso 20-21 a pesar de situarse como el octavo país del mundo en casos confirmados por covid-19, detrás de Estados Unidos, India, Brasil, Rusia, Francia, Italia y Reino Unido. Esta decisión sigue siendo hoy objeto de controversia por justificadas razones tanto a favor como en contra.


La apertura de las escuelas ha tenido diversas fórmulas en cuanto a la organización de horarios, presencia de alumnado, adecuación didáctica e infraestructura dependiendo de los territorios e incluso los centros. Pero algo que ha marcado este inicio es -sin duda alguna- el protagonismo de las tecnologías como recursos estrella al que todos -administraciones, centros, familias y alumnado- se han agarrado para compensar las necesarias medidas de prevención sanitaria que ha impuesto la pandemia.


El caso es que hemos terminado el primer trimestre y es buen momento de reflexionar sobre la marcha de nuestra respuesta educativa de cara a orientar el resto del curso y la irrupción de la tecnología en los recursos didácticos es una de las protagonistas de la ecuación.


Ya antes de la pandemia los expertos hablaban de la cuarta revolución industrial. Aquella que ha venido de la mano del desarrollo de la inteligencia artificial, la conectividad extendida a la mayoría de los objetos que nos rodean -la Internet de las cosas: IoT-, la nanotecnología o la robótica. Este desarrollo trae parejo un aumento exponencial en el número de datos liberados por todos nosotros a partir de la relación con la tecnología -el llamado big data- en cuanto a movilidad, preferencias de consumo, salud, trabajo, educación, etc. También mejorará su tratamiento a partir de la creación de algoritmos, cada vez, más complejos que servirán para conocer y crear respuestas a demandas soñadas en todos estos ámbitos.


Para que esta revolución tecnológica se produzca es necesario la mejora de la tecnología en cuanto a velocidad y conectividad. Es la promesa que ofrece la tecnología 5G cuya implantación generalizada comienza su andadura en la actualidad.


En este escenario, los confinamientos y cierres de negocios, servicios y escuelas, ha dirigido la mirada a la tecnología como el recurso que permite cierta continuidad en la actividad. Asi sucedió en las escuelas en España entre marzo y junio del curso pasado y se ha identificado -desde todas la administraciones educativas- como el recurso fundamental para mitigar las disfunciones organizativas que ha impuesto la pandemia.


En este breve espacio solo me gustaría apuntar tres elementos relacionados con la inmersión de la tecnología en las escuelas:


1.- Debemos ser cautos a la hora de buscar en la tecnología la solución para el futuro de la educación. Sin duda ha sido una gran ayuda en la situación que vivimos en la actualidad, pero recordemos que las posibilidades de conexión a la red son muy desiguales en función de la situación socioeconómica. Son muchas las voces que alertan que la tecnología se ha convertido -en esta pandemia- en un factor de incremento de la desigualdad entre continentes, territorios e incluso barrios de una misma ciudad.


2.- La realidad en los centros educativos ha demostrado que el uso que se ha dado a la tecnología por parte de los docentes depende del modelo didáctico que utiliza. Dicho de otra forma: la irrupción de la tecnología en las clases no ha supuesto un cambio decisivo en el modelo de enseñanza. Aquellos docentes que optan por un modelo de enseñanza tradicional y centrada en la transmisión de contenidos, implementación de exámenes, etc. han buscado aquellas herramientas tecnológicas que le permiten seguir haciéndolo.

La dificultad, en este apartado, la han tenido aquellos docentes que apuestan por el cambio en sus prácticas. Los modelos activos de enseñanza, aquellos que buscan la ruptura de los espacios y los tiempos de aprendizaje, redefinir el papel del docente, etc. son los que más dificultades han tenido para conseguir un marco tecnológico adecuado a su enfoque didáctico. Las herramientas tecnológicas actuales siguen apoyándose, en la mayoría de los casos, en rutinas clásicas de enseñanza como son la transmisión cerrada y unidireccional de información al alumnado, elaboración y envío de tareas a realizar y calificación cuantitativa de las mismas. Incluso muchas de las soluciones que se están ofreciendo desde recursos de rabiosa actualidad -como empresas que desarrollan inteligencia artificial- se centran en ofrecer la elaboración de exámenes personalizados en los que la imposibilidad de copia y su fácil corrección -por parte del docente- son los elementos que ponen en valor que las propias compañías publicitan. No es esta la idea. Existe un riesgo real de que la introducción de la tecnología en los centros -liderada por las distintas empresas de desarrollo informático- pueda suponer un verdadero freno al cambio educativo en el sentido que avanzaba en estas últimas décadas y que ofrece una respuesta directa a las necesidades de aprendizaje en el contexto social que estamos describiendo.


3.- La Escuela 4.0 se describe como parte de una revolución que implica la inmersión de tecnologías de vanguardia en el aprendizaje: la inteligencia artificial, el uso de los big data orientados a la personalización de la enseñanza, la interconexión entre dispositivos y objetos (IoT), etc.

También supone conectar los ámbitos formales y no formales de aprendizaje (medios de comunicación a los que se expone el aprendiz, las familias, el uso del ocio, los hábitos de consumo, modelos relacionales y de amistad, etc.). En un mundo interconectado la capacidad de obtener datos sobre los comportamientos de los escolares y su entorno será fundamental para la personalización de la enseñanza. Pero recordemos que el uso de estos no es neutro: “los datos no existen independientemente de las ideas, las técnicas, las tecnologías, los sistemas, las personas y los contextos. (…) Los datos recogidos a través de la medición siempre son una selección de todos los datos disponibles (…) y los criterios que se empleen para captarlos tienen sus consecuencias[2].

Al margen de los problemas legales que introduce este aspecto en relación a personas -en su mayoría- menores de edad; debemos alertar de la capacidad de modelado que tienen los canales de comunicación y los recursos utilizados a la hora de orientar tendencias de consumo, gustos, aprendizajes, la participación comunitaria y los modelos relacionales en general.


En conclusión, estoy de acuerdo con aquellos que evidencian que la tecnología no es ni buena ni mala en sí; dependerá del uso para la que se utilice. Sin embargo, creo importante alertar de la perversión del concepto de escuela 4.0 que está teniendo en las escuelas. Esta no debería identificarse con la inmersión y alfabetización en el uso de la tecnología para seguir haciendo la misma enseñanza año tras año. Quizá es más interesante defender que la escuela 4.0 responde a la necesidad de repensar el aprendizaje en un mundo distinto como el que habitamos. La escuela 4.0 debe situarse en el centro el desarrollo del pensamiento crítico de forma que el aprendiz tenga los recursos necesarios para utilizar la tecnología desde la reflexión humana. Esto supone hacer visible que el acceso a la información es desigual, que las herramientas técnicas pueden ser útiles para la conexión entre personas, ideas, realidades e identidades culturales y personales, que las redes determinan modelos relacionales en función de los canales de comunicación y estos son pobres en comparación a las complejas formas humanas, etc. En definitiva, entender que la tecnología es una herramienta al servicio de una mirada crítica de la sociedad que habitamos. Es este el papel que puede jugar una escuela 4.0 al servicio de las necesidades de aprendizaje de la sociedad que habitamos.

[1] Martínez, T. (2020): España 4.0: reimaginar el modelo de crecimiento. EL PAÍS. 06.12.20 [Negocios: 13] [2] Williamson, B. (2018): Big data en Educación. El futuro digital del aprendizaje, la política y la práctica. Madrid, Morata. p. 35-36

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